Cuando mi Amo llegó a mí, mi vida básicamente era un caos. En todos los sentidos. En lo personal, en lo profesional, en lo familiar. Nada iba bien. Me había vuelto una persona sin alma. Había perdido la pasión por mi trabajo, por mi propia vida. Me había dejado llevar en todos los sentidos. Había dejado de tomar decisiones, había renunciado a llevar las riendas de mi propia existencia. Me había refugiado en un hobby que había convertido en el centro de mi todo. Me servía como vía de escape, de alguna manera construí un personaje que no era yo, pero que me permitía evadirme de mi cotidianidad, que para mí se había convertido en algo insoportable. Mi Amo tiene razón, como siempre, cuando me dice que culpaba al mundo de lo anodina que se había vuelto mi existencia. Y la única culpable era yo. Había dejado que la desidia se adueñara de mi. Había elegido no hacer nada, había elegido ser espectadora de mi propia vida. Se me había olvidado que cada uno debemos protagonizar nuestra existencia, y para ello tenemos que actuar, que hacer cosas, no esperar a que nos ocurran, porque así se pierde la vida. Y un día miras hacía atrás, y te das cuenta de que has perdido veinte años. Cuando el resto del mundo podía ver a una mujer de éxito, la verdad es que todo era una inmensa fachada. Era sólo una persona triste y cobarde, bloqueada ante su camino, y sobre todo perdida, muy, muy perdida. Ya no sabía por dónde tirar ni qué hacer.
Esa era yo cuando mi Amo llegó, cuando me encontró. Esa era yo cuando mi Amo quiso guiarme. Esa era yo cuando mi Amo me eligió. Qué afortunada fui, porque me aceptara, y porque pese a los errores que he ido cometiendo, mi Amo ha sabido entenderme, perdonarme y seguir confiando en mí. Le agradezco tanto que conforme fue quitando capas siguiera ahí, que no me dejara, que haya asumido el ingente trabajo de guiarme y ayudarme en el cambio. El tiempo es el recurso más escaso que tiene el ser humano, y mi Amo me ha dedicado y me está dedicando mucho de su tiempo. Yo no puedo por más que intentar mejorar día a día, para ser la sumisa que él quiere, que él necesita. Soy suya, y sólo quiero seguir aprendiendo, evolucionando, mejorando, y que mi Amo se sienta agradado. Él es lo más importante para mi. Es el centro de mi existencia. Es la motivación que me hace creer que puedo con todo.
La situación de partida era muy complicada. Ante tanto camino por andar, ante tanto cambio, ante tanto que trabajar, por algún sitio había que empezar. Y aquí es dónde aparecen las rutinas. La necesidad de establecer pautas de comportamiento, porque la rutina es el mayor enemigo del caos que es el que nos lleva al desastre en el que yo estaba. Mi Amo ha sido capaz de ir entrando en unas y otras facetas, ayudándome a poner orden en las diferentes vertientes... seguimos en ello, porque el camino es muy largo y difícil, hay mucho por hacer. Lo admiro profundamente por su capacidad de "hacer"...
Respecto a la sumisión, por lo que he leído y por lo que he hablado con mi Amo, hay muchas formas de vivirla. Hasta dónde llega o no la dominación, es una cuestión que se decide entre cada amo y cada sumisa. En mi caso ha llegado a todo, necesito la aprobación de mi Amo en todos los ámbitos de mi vida. Cuando empezamos a hablar, en los primeros días, cuando yo todavía no había "reconocido" mi sumisión -mi ego no dejaba que aflorara mi verdadera naturaleza, y aún hoy me juega malas pasadas-, me parecía rarísimo y una locura que alguien me dijera cómo vestirme, cómo peinarme o cómo comportarme, qué comer, etc. Ahora necesito que mi Amo, si no me lo dice directamente, sí al menos me de el visto bueno. No me gusta nada cuando tengo que salir sin que haya visto lo que llevo puesto, y me haya dicho que le gusta. Pero esta sumisión no fue así de la noche a la mañana, como todo ha sido un proceso. Un poco a poco en el que aún estoy, pero que ahora es más fácil, ahora todo fluye en mi. Ahora todo es natural.
Al principio mi Amo sólo me pidió que llevara una prenda con transparencias o encajes cada día, y que le enviara una foto. Daba igual si era interior o exterior. Esa fue mi primera rutina. El primer día me lo tomé como un juego, en mi inconsciencia y mi desconocimiento. Me pareció algo divertido. Pero no lo es para nada, es una cuestión muy seria. Es una forma de empezar a obedecer y de entender que lo que nuestro amo nos pide, debemos de hacerlo. Esto fue lo primero que me pidió mi Amo y aún sigo haciéndolo a diario, por supuesto. Ya nunca se me olvida, ni se me pasa, forma parte de mi liturgia matinal, tanto como lavarme los dientes o ponerme crema hidratante. Al igual me ha ido pasando con otras muchas cosas, se trata de interiorizar comportamientos, y de empezar a ir organizando los diferentes aspectos de la vida.
Poco a poco empecé a pedirle a mi Amo permiso para todo. Yo al menos lo recuerdo así. Él no entró en ninguna faceta de mi vida, yo fui la que le pedí por favor que lo hiciera. Primero la ropa. Necesito que me diga qué ponerme o que le de el visto bueno a lo que me pongo. Y de verdad ha sacado a través de mi ropa lo más sexi y sensual de mi. Junto con la ropa llegó el tema del peinado, quiere que lleve el pelo suelto, realmente me sienta mejor y me obliga a cuidarme más. Antes siempre llevaba coleta "porque es muy cómoda". Ahora mi Amo me ha enseñado que la comodidad no es la solución, tengo que ir lo más favorecida, porque así me siento yo mucho mejor, y si me siento bien conmigo misma, la imagen que proyecto hacia los demás es mucho más positiva. Otro día hablaré del cambio, pero hoy sí que quiero mencionar, que el cambio tiene que empezar por nosotros mismos, tiene que ser interior, si no, no sirve de nada, el cambio real siempre es desde dentro hacia fuera. Es otra de las cosas que he aprendido con mi Amo. Y además lo he experimentado y lo sigo experimentando porque estoy en el Camino. Aún me queda un mundo. Pero ahí voy, poco a poco.
Después de mi imagen personal, empecé a pedir primero consejo y después ayuda y órdenes a mi Amo, en todo lo relacionado con mi trabajo. Lo que está haciendo por mi en esta faceta, no tiene nombre. Es increíble. En primer lugar ha conseguido que vuelva a apasionarme por mi trabajo, y además me está ayudando mucho a evolucionar profesionalmente y a reinventarme. Y por supuesto a que recupere también mi autoestima como profesional. Y relacionado con mi trabajo, también hay otra rutina importantísima y es hacer cada día una lista en papel, a la vieja usanza de lo que tengo que hacer relacionado con el trabajo, enviársela a mi Amo, y al final de la jornada, la misma, pero tachadas las tareas que he realizado. Esta acción que es muy sencilla, ha hecho que por primera vez en mi vida, prácticamente, sea metódica en el trabajo, con lo que avanzo mucho más y aprovecho mejor el tiempo. Y la verdad es que estoy haciendo muchas cosas al día, porque mi Amo me ha enseñado que el secreto de todo está en la acción. En hacer, hacer y hacer. Después ha llegado la rutina del deporte, elemento importante de mi cambio interior, y algo que había abandonado totalmente hacía veinte años. Ahora hago deporte a diario. Empecé a hacerlo porque mi Amo me lo ordenó, ahora lo hago porque me encanta como me siento. La alimentación y los horarios, también los he rutinizado. Ahora rutinas, rutinas, rutinas, para andar el Camino e iniciar el necesario cambio que empezaba por salir del caos y recuperar mi autoestima en lo personal y en lo profesional. Mi Amo poco a poco, con su consejo, con su forma de hacerme reflexionar, de ir analizando y sacando todo lo "negativo" que tengo dentro (y digo tengo porque en ello estoy aún, no es una fase superada, ni mucho menos), ha conseguido que empiece a ordenar todos los aspectos de mi vida. Y también a la vez, y sin darme cuenta ha ido aflorando mi auténtica naturaleza sumisa. Y aquí viene la gran paradoja de la sumisión y el gran poder de la sumisión, al menos según yo lo estoy viviendo. Cuánto más obedezco a mi Amo, cuánto más caso le hago en todo, más fuerte me siento, más segura me siento. Ser sumisa y pertenecer en cuerpo y alma a mi Amo, no me hace débil. Me hace fuerte. Quién crea que detrás de una sumisa hay una mujer débil, desde mi experiencia, está más que equivocado. Obedecer a tu amo, no es señal de debilidad. Todo lo contrario. Hay que ser una persona fuerte para asumir el principio de obediencia absoluta. Yo al menos así lo estoy viviendo. Y repito, desde fuera puede parecer otra cosa. Se puede creer otras historias que vienen del desconocimiento de la realidad de la Dominación/sumisión. Una sumisa es una mujer fuerte. No es débil. Además una sumisa es obediente con su amo, obedece a su amo, pero no es una persona servil con respecto al mundo. Ese tal vez sea uno de los tópicos más extendidos y que menos tiene que ver con la realidad. Y lo digo, porque antes de conocer a mi Amo y sentir y vivir lo que estoy viviendo, yo también lo creía.
Shakti.
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