Señor, objetivamente nada ha cambiado, desde ayer a hoy. Sigo en mi misma condición de no-esclava de mi Amo. Sigo a prueba, sigo sin haber recuperado aquello que es lo único que deseo en esta vida. Ser tu esclava. La decisión para hacer todo aquello que me pides, todo lo que te agrada, todo lo que quieras de mi, hace que saque una fuerza interior que hace pocos meses, ni tan siquiera tenía idea de que pudiera existir en mi. Señor, la sensación de plenitud absoluta cuando siento que hago las cosas bien, que te gusta y que te agradan mis actos, no puedo compararla a otra sensación que haya experimentado en mi vida. En un mundo más simple, le llamaría felicidad, pero aunque esa palabra esté cargada de positivismo, de ilusión, se me queda corta, mi Amo, para describir lo que experimento, a todos los niveles. Por eso prefiero hablar de plenitud. Me siento sosegada, en paz, y además me excito sobre manera, porque mi Señor, eres a la única persona que deseo en este mundo.
Me excita tu voz, recordar tu mirada, y lo que me hace sentir. Pero sobre todo me excita recordar tus manos azotándome. Sentir los golpes, intercalados con tus caricias. Casi llego al orgasmo pensando en la primera vez que pusiste tus manos sobre mi culo. Sueño con tener la suerte de que vuelva a ocurrir. Que vuelvas a masturbarme mirándome fíjamente a los ojos. Eso es lo que había estado esperando durante toda mi vida, mi Amo. Busqué sin saber exactamente qué es lo que quería, pero sí lo que no. Ahora lo sé, Señor. Eras tú. Toda la vida te he buscado. He tenido la infinita suerte de que me encontraras, de que me eligieras, por eso soy totalmente consciente de mi pérdida, cuando decidiste apartarme. He aprendido de mis errores. Soy mucho más humilde y he dejado (estoy dejando) atrás, la altivez, la arrogancia, la vanidad.
Cada día gano una pequeña batalla a mi ego, con la sensación además de que eso me vuelve a acercar a ti, mi Señor, mi Amo, mi Todo. A la vez, me siento liberada, me siento menos presionada, por ese corsé que te impone el ego, de culpas, de apariencias, de soberbia y de superioridad. Durante muchos años me engañó y me hizo creer que esa era la forma de sobrevivir en un ambiente hostil. Hoy tú me has enseñado que el Camino es otro y además me lo estás mostrando. Realmente Señor, eso es lo único que quiero en mi vida. Seguir avanzado y aprendiendo de tu mano. Ser cada día mejor persona, mejor profesional, pero sobre todo y ante todo, mi Amo, ser la esclava que tú quieres, ser tu esclava, y que me consideres igual que antes.
Soy tuya Señor. Sólo tuya. Mi entrega es absoluta, y la sensación de pertenecerte a ti, a mi Amo, es total. Mi voluntad te pertenece, mi cuerpo es tuyo, y eso siempre será así, Señor. Todo lo que estoy haciendo, todo lo que haré, sólo tiene un propósito, por encima de cualquier otro, agradarte. Que vuelvas a aceptarme como lo que siempre seré. Tu esclava. Sé que es muy difícil. Señor. Que he metido la pata muchísimo (siempre sin pretenderlo) y que no va a ser fácil recuperar tu confianza. Pero también mi Amo, no es menos cierto, que mi voluntad de hacer las cosas bien es inquebrantable, y que me estoy dejando la piel, porque volver a que me aceptes, como te he repetido, mi Amo, es mi única motivación.
Hoy, una vez más, quiero terminar mi Señor, dándote las gracias por todo lo que me estás dando, por todo lo que me estás enseñando, por mostrarme el camino, por revelarme mi verdadera esencia, y por esta última oportunidad. Me has dado vida, Señor. Es la mejor manera que se me ocurre de resumirlo, y cada día, me das una poca más. Sueño con que llegue el día en el que pueda sentirte pleno dentro de mi. Que ese regalo que anhelo lo pueda recibir. Que me llenes con tu leche, me llenes de ti. Por todo, mi Amo. Gracias.
Tu Shatki
No hay comentarios:
Publicar un comentario