Leo mucho para entender qué siento. Llevaba meses sin hacerlo, porque decidí que quería aprender por mí misma. Que no quería saber por nadie. Quería conocer por mi misma y sólo a través de mi Amo. Y en ello he estado, bueno y realmente estoy, aunque en el fondo la sensación que tengo es que cuánto más aprendo, menos sé.
En estos días está habiendo muchos cambios en mi vida. Cambios externos a mi, y derivados de una mala situación objetiva, que estoy intentando revertir, gracias a mi Amo, que siempre está ahí, que me orienta, que tira de mi, que me enseña, que me ayuda, que me todo. No puedo imaginar qué habría sido de mí, si me hubiera tocado vivir todo esto en el estado de abandono y catatonia en el que estaba antes de que mi Señor apareciera en mi vida. Antes de que su presencia se convirtiera en mi faro, en mi guía, y obedecerlo fuera el centro de mi existencia. Por eso me es imposible pensar en cómo podrán ser las cosas, en cómo me podré sentir, cuando mi Amo no esté. Cuando se vaya. Aunque ya dije que no quería pensar en eso, y que lo que quería hacer era vivir el momento, centrarme sólo en el hoy y el ahora.
Mi Señor ha hecho que florezca mi verdadero yo. Que mi esencia salga a la luz. Toda mi vida he estado corriendo sin saber a dónde iba. Siempre he estado frustrada. Nunca he podido sentirme plena. En todo momento de mi vida, si echo la mirada atrás, me he sentido incompleta. Algo me faltaba. He buscado en muchos sitios, de muchas maneras, pero siempre faltaba algo, la sensación de angustia vital, tarde o temprano, siempre volvía. Nunca me he sentido suficiente, siempre he creído que no hacía bien algo. Que yo en mi misma era un problema. Que había gente alegre y triste en el mundo y que a mi me tocaba ser del segundo grupo. La insatisfacción ha estado siempre presente en mi vida. Y es ahora que me doy cuenta que nunca he estado satisfecha conmigo misma. De alguna manera siempre he terminado viéndome como un fracaso. Porque siempre he sentido que tenía que hacer más, que tenía que dar más, ser mejor, ser más lista, más rápida, más hábil, más analítica, más graciosa, más delgada, más guapa, más, más, más. Nunca he sido suficiente para mí misma, y creo que eso me ha hecho sentir que no era suficiente para nadie. El sentimiento de no pertenencia siempre ha estado presente en mi vida. Me sentía rara con mis amigos, rara con mis compañeros, con mis parejas, rara incluso con mi propia familia. Tenía la extraña sensación de estar viéndolo desde fuera, viéndome desde fuera. Suena raro, pero es así. Nunca he sabido quererme, creo que ni siquiera aguantarme en muchos momentos. Mi peor enemigo he sido yo, y creo que mi mayor debilidad ha sido mi miedo, mi cobardía. Si no hacía algo, no saldría mal. Y así poco a poco, me fui convirtiendo en la versión más mediocre de mí misma. Y para autoconvencerme, de que no me quedaba otra, tenía que buscar obligaciones a mi alrededor, que al final, no han dejado de ser otra cosa que la excusa de mi ego, para no vivir.
Por primera vez en mi vida, con la aparición de mi Amo, empiezo a tener otras sensaciones. Me parece que estoy aprendiendo a soportarme, primer paso, creo para de verdad, aspirar a ser yo, un yo que nunca he sido. Y no lo he sido porque yo no lo he hecho, aunque siempre haya encontrado a quién culpar para así quedarme "contenta".
No sé si seré capaz o no de conseguirlo. Pero fuere como fuere, sólo mi Amo ha sabido ver lo que nadie había visto. Ni siquiera yo. Ahora me siento más fuerte, me siento más segura, aunque más no es suficiente, sobre todo pensando desde dónde venía. Todo el mundo cree que soy muy fuerte, muy capaz, muy dura, qué gran mentira. Yo simplemente me siento como una niña asustada a la que le da miedo todo y la que se aterroriza al pensar que ahora que empieza a ver una pequeña lucecita, vuelva a quedarse en la mayor de las oscuridades.
Como dice mi Amo, poco a poco. Y como siempre, yo sólo puedo decirle una vez más, Gracias, Señor.
Shatki
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