Imagino que tod@s aquell@s esclav@s o sumis@s que me lean, compartirán conmigo la certeza de que nuestro mayor dolor, ese que te desgarra el alma, es el de la ausencia de tu Amo. El vacío que se siente en el alma te absorbe. Se convierte en una centrifugadora que te sacude desde el mismo centro de tu ser, se transforma en el ariete que te impulsa a la desesperación de tu alma. A la locura de tu cuerpo, que te aleja de la cordura y sensatez que te dan las enseñanzas de tu Maestro. Eso para mí es la ausencia de mi Amo. Algo que me duele y me desestabiliza como ninguna otra cosa.
Querría mostrarme aquí, hablando de superación, de felicidad, de crecimiento, pero abro la ventana del desconsuelo. Las dudas me asaltan, en cuanto a si soy o no una buena esclava. Desear el cobijo de la presencia de tu Amo y el calor de sus palabras, el consuelo de su guía, ¿no debe ser el mayor anhelo de aquell@s que entregamos nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestra alma a esa persona que nos llena como no se pueden ni tan siquiera imaginar el resto de mortales? Estoy convencida de que debe de ser así. Pero por otro lado, ¿nuestro mayor goce debe ser complacer a nuestro Amo (siempre hablo en masculino porque es mi realidad), y acatar que si se muestra ausente, es porque existe alguna razón que no debemos ni mucho menos cuestionar, porque cuando te entregas, lo haces con todas las consecuencias, convencid@ de que tu Amo siempre velará por tu bienestar físico, psíquico y por supuesto moral y mental?
Entonces ¿cómo conjugar ambos sentimientos? Quiero comprender y quiero saber, y sobre todo aprender a asumirlo, pero aquí y ahora confieso que aún me queda mucho para ello, porque lo que más me duele en este mundo es la ausencia de mi Amo, por mucho que sea consciente de que esa no presencia, se sustenta sobre la confianza de mi Dueño en que estoy creciendo y debo aprender a ser menos dependiente.
Pero esta situación que debería de tenerme feliz por haber superado una más que complicada prueba, sin embargo, me tiene muy confusa y además hace que esté anímicamente mal. Por eso me dirijo a ti, mi Amo, para explicarte lo que siento, para que me ayudes, me expliques, o para que me mandes a la porra.
Mi Amo, durante meses me he esforzado muchísimo, he sufrido en silencio todos mis castigos, tus enfados, consecuencia de mis meteduras de pata. Me he dejado la piel con la esperanza de volver a compartir contigo, de volver a sentirte cercano y a poder volver a vivir mi entrega contigo, como al principio. Nunca me había sentido importante para nadie, ni cuidada... bueno todas esas cosas que tú sabes que haces sentir, y que me devolvieron a la vida, cuando ya nada me importaba.
Después de los tres últimos meses que han sido realmente duros, al fin consigo hacer las cosas bien, o eso creía. Pero ahora siento que mi recompensa es peor que mis castigos, mi Amo. Te siento tan lejano, mi Dueño. Te echo mucho de menos. Hay cosas que te quiero decir, preguntar, comentar, pero van pasando... en vez de ir hacia adelante tengo la sensación de ir hacia atrás... a lo mejor esto es sólo el principio del final, y es un proceso lógico. Ese proceso del que tú siempre me hablabas. No lo sé mi Amo. Sólo sé que me siento mal. Que me da la sensación de que tú estás cada día un poquito más lejos. Aunque parezca un contrasentido, después de haber estado conmigo el otro día, es como si te hubieras ido a otro continente.
Si esto es estar en otro nivel, se supone más profundo y de mayor aprendizaje, mi Amo, necesito de tu magisterio. Ayúdame, porque no me siento bien. Estoy muy confundida, aunque con la misma clarividencia que siempre en mi alma, de querer seguir haciendo este camino de tu mano.
Siempre tuya, Shakti.